A menudo es muy difícil en este mundo egoísta comprender o apreciar los actos de solidaridad genuina. ¿Todo acto de generosidad o de ayuda desinteresada tiene que someterse a la prueba de «qué quieres a cambio»? A pesar de los reclamos abiertos de ser una «sociedad cristiana» que abundan en nuestro hemisferio, la realidad es que cualquier acto de donación es visto con escepticismo sobre lo que se espera a cambio.
Si bien esto suele ser cierto a nivel personal, siglos de experiencia en relaciones internacionales han hecho que esta práctica sea casi aceptada. Además, quienes siguen caminos tan egoístas tratan de ocultar su codicia e interés creando sospechas sobre cualquier manifestación genuina de solidaridad internacional.
Sin embargo, en nuestro propio hemisferio hemos visto manifestaciones de este principio por parte de países que, a pesar de sus limitaciones de recursos y los obstáculos puestos en su camino, han demostrado en la práctica lo que realmente implica la solidaridad internacional. En San Vicente y las Granadinas somos particularmente afortunados de ser beneficiarios. Nuestro aeropuerto internacional, el espléndido programa Visión Ahora y la magnífica contribución del gobierno y el pueblo cubanos en el campo de la salud y la educación son testimonios innegables del valor de esta práctica.
No es solo Cuba, porque en los últimos años Venezuela también ha invocado ese principio en sus relaciones con el gobierno de San Vicente y las Granadinas.
El programa Petrocaribe y los beneficios de ingresar al ALBA han ayudado mucho a nuestro país a navegar las turbulentas aguas económicas de las últimas dos décadas.
El último anuncio de cancelación de la deuda del gobierno venezolano, informado en otra parte de este número, encabeza la lista de actos de solidaridad internacional con los países necesitados. Para que los cínicos no se distraigan, es importante que otros países de la OCDE también se beneficien del alivio de la deuda. Este es un principio que los países en desarrollo han luchado por convertir en una práctica por parte de las instituciones financieras internacionales y los países ricos con un éxito muy limitado.
La condonación de la deuda permitirá que SVG y sus vecinos de la OECO utilicen recursos para reactivar su economía y satisfacer las necesidades críticas de su gente en lugar de gastar en el pago de la deuda. La ayuda con la urea beneficiará en gran medida a nuestros agricultores y la agricultura local, y las personas con casas destruidas o dañadas por la erupción volcánica sin duda apreciarán la donación de casas prefabricadas.
¿A qué hemos renunciado a cambio? Por el contrario, están aquellos con enormes recursos y mínimas contribuciones a nuestro desarrollo, que buscan descaradamente influir en nuestra política exterior y dictar cómo debemos conducir nuestras relaciones internacionales. A decir verdad dolorosa, no mostramos aquí como pueblo el grado de gratitud hacia Cuba y Venezuela y sus ciudadanos, en sintonía con su generosa contribución a nuestro desarrollo económico y social.
Si bien agradecemos sinceramente a los gobiernos de Venezuela y Cuba, lo mínimo que podemos hacer en principio es unirnos al resto de la comunidad internacional para pedir el fin del embargo injusto y las sanciones contra ambos países. Aquí en casa, nosotros como pueblo podemos mostrar mayor aprecio y respeto por los ciudadanos de los dos países entre nosotros, que están contribuyendo significativamente a nuestro desarrollo social y económico.
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