Colchane, Chile
Un sol despiadado quemó a los migrantes mientras caminaban por uno de los lugares más secos del mundo, tratando de cruzar ilegalmente la frontera de Bolivia a Chile por temor a que pronto se cerrara.
En los últimos meses se ha vuelto común ver a los migrantes caminando penosamente por el desierto de Atacama, pero el flujo parece haber aumentado en los últimos días antes de las elecciones presidenciales de Chile el domingo. Los migrantes temen que si gana el candidato ultraderechista José Antonio Kast cierre la frontera como prometió durante su campaña.
El legislador conservador, que defendió la dictadura militar chilena, quedó primero en las elecciones presidenciales del país en noviembre, pero no obtuvo los votos suficientes para ganar por completo, organizando una segunda vuelta contra el izquierdista Gabriel Boric. Kast dijo que ordenará la construcción de un foso para evitar que los migrantes crucen a Bolivia.
La inmigración ha sido un tema recurrente en la campaña presidencial de Chile, ya que el país ve un flujo creciente de migrantes, principalmente de Venezuela, pero también de países como Haití y Colombia. Es un tema controvertido y recientemente hubo un caso muy publicitado de chilenos atacando a migrantes venezolanos en Iquique, cerca de la frontera con Bolivia y Perú.
La Organización Internacional para las Migraciones de las Naciones Unidas estima que hay cerca de 1,7 millones de inmigrantes en Chile. Solo este año, las autoridades chilenas registraron más de 25.000 personas que llegaron a través del desierto de Atacama, un aumento significativo de las 16.500 de 2020.
“Tenemos familiares aquí en Chile que nos dijeron que teníamos que ir antes del 19 de diciembre, porque si el que ganó la primera vuelta [Kast] vuelve a ganar, va a cerrar todas las fronteras”, dijo Rayber Rodríguez, un venezolano que viaja con su esposa e hija.
Tatiana Castro, una colombiana que también cruzó Chile por el desierto, lo dijo sin rodeos. “Tuvimos que cruzar en este momento por miedo a que nos mandaran de vuelta”.
Dijo que la gente “no sabe lo difícil que es, que tenemos que cruzar muchos países y muchas fronteras donde nos cuesta, tenemos que aguantar hambre… frío”.
La frontera está custodiada desde hace meses por la policía y el ejército, aunque los migrantes cruzan distintas rutas en el desierto a la vista. La zona fronteriza estuvo vacía hasta hace unos años. Ahora parece la zona de tránsito de una terminal de trenes.
Una vez en territorio chileno, los migrantes no son detenidos. Algunos siguen caminando hasta el pueblo más cercano mientras que otros se entregan a las autoridades para que inicien un proceso que les ayude a regularizar su estatus migratorio.
Colchane, una ciudad chilena cerca de la frontera con menos de 1.600 habitantes, en su mayoría indígenas aymaras, ha visto un flujo constante de migrantes en los últimos meses. A veces, los inmigrantes superan en número a la población local.
“No aguantamos más”, dijo Nicolás Mamani Gómez, quien quiere que gane Kast, para que “no vengan más inmigrantes”.
Algunos de los migrantes se alejan más después de cruzar la frontera y llegan a la ciudad de Iquique.
Allí, algunos de los migrantes vivían en parques públicos y playas. Y no todos los residentes están contentos. Hace unas semanas, algunos lugareños atacaron un campamento donde se alojaban venezolanos y quemaron sus pertenencias.
Virginia Carrasco, venezolana, cruzó el desierto y entró a Chile con sus tres hijos -de 11 y 8 años, y un bebé de seis meses- en busca de una vida mejor.
La Sra. Carrasco dijo que quiere un mejor sistema de salud para ellos.
“No consigues nada en los hospitales venezolanos”, dijo, mientras arrastraba un carrito lleno de maletas, bolsos y mochilas. “Hay personas que han muerto porque no pueden tener medicamentos ni médicos. Espero una mejor calidad de vida para mis hijos en Chile, por eso vine aquí”.
Esta historia fue reportada por Associated Press. Patricia Luna informó desde Santiago de Chile.
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