Las casas de barro cerca de la capital de Venezuela son una señal de creciente desesperación

Las casas de barro cerca de la capital de Venezuela son una señal de creciente desesperación

CARACAS (Reuters) – Las familias venezolanas en las afueras de Caracas están ampliando un asentamiento de casas de barro y bambú que carecen de agua corriente, electricidad y servicios de saneamiento, en otra señal de deterioro de los niveles de vida en medio de una crisis económica de seis años.

Dieciséis familias de la comunidad conocida como «Los Trailers» ya han construido esas cabañas y otro grupo de familias está construyendo otras 14. Dicen que no pueden construir casas de ladrillos porque los ladrillos son demasiado caros.

«Para un país productor de petróleo en el siglo XXI, experimentar este tipo de situación … es deplorable, degradante», dijo el diputado opositor Omar Ávila, quien realizó una visita a la zona el viernes.

Las familias obtienen agua de un pozo cercano o llenan una cisterna de 150 litros por $ 1.

Sin inodoros, arrojan bolsas de plástico que arrojan a las malas hierbas cercanas. Muchos cocinan con estufas improvisadas, usando papel o plástico para encender leña húmeda.

La economía venezolana colapsó debido a una crisis hiperinflacionaria. Las Naciones Unidas dicen que Venezuela sufrió la cuarta peor crisis alimentaria del mundo en 2019, con 9,3 millones de personas que padecen hambre o una nutrición inadecuada.

El presidente Nicolás Maduro culpa a las sanciones de Estados Unidos diseñadas para derrocarlo.

Solnelis Cedeño, de 33 años, madre de cinco hijos, construyó su choza de barro porque ya no podía pagar el alquiler mensual de $ 10 por una pequeña habitación en una casa cerca de Los Trailers.

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«Como no podíamos construir con bloques, tuvimos que cortar bambú y barro», dijo Cedeño.

Las casas tienen paredes inclinadas, techos bajos y muebles dispersos.

«Todo es difícil en este momento por los precios», dijo Jorge Luis Hernández, de 30 años, quien ha plantado yuca, plátano y frijoles detrás de su casa. «Tenemos una choza triste (… pero) ¿qué podemos hacer? Sigamos».

(Reporte de Vivian Sequera; Edición de Sonya Hepinstall)

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