Después de una larga crisis económica y una pandemia que obligó a cerrar los cines venezolanos, el público regresó a las salas para encontrarse no sólo con los habituales éxitos de taquilla estadounidenses, sino también con películas realizadas por nuestro propio pueblo. Pero si bien estas películas fueron celebradas, no representaron el escapismo y el entretenimiento lúdico que suele significar ir al cine. Este año, dos películas se atrevieron a recordar al público local sus heridas y cómo afrontan situaciones dolorosas, como la migración, el duelo y la reinvención. Estas películas comparten expertos y temas como la catarsis y el perdón.
Simón, la última superproducción venezolana, representa una nueva forma de afrontar el trauma. Una especie de «terapia colectiva», afirma su director Diego Vicentini. La película cuenta la historia de Simón, un joven líder de protesta venezolano que escapa de las garras del régimen venezolano y llega a Miami, donde lucha contra el trauma y la culpa mientras intenta obtener asilo político.
El propio Vicentini abandonó Venezuela con su familia en 2009, cuando tenía 15 años, debido a la crisis criminal que atravesaba el país. Después de estudiar filosofía en Boston College, Vicentini decidió seguir el típico consejo que se da a los directores jóvenes y hacer una película sobre algo que conocen y les importa. Así fue el cortometraje de 26 minutos. SimónOriginalmente su tesis de maestría en cine en la Academia de Cine de Los Ángeles.
“Durante las protestas venezolanas de 2017 me sentí culpable por no estar en el país para participar en esa lucha con mi generación”, dice Vicentini, “el cine se convirtió en una manera de contribuir a esa lucha, ya sea haciendo algo o lo que me importa”. También está concienciando a los extranjeros sobre la situación del país».
La intención era abordar una historia universal en la que todos pudieran conectar con las emociones de los personajes, a pesar de la herida psicológica que aún estaba fresca para el público venezolano. “Me dije a mí mismo, 'tal vez la gente no quiera ir a verlo, es un tema abrumador'. Sin embargo, el impacto fue muy positivo”, explica el cineasta, “como pasa con Simón en la película y con su trámite de asilo como terapia forzada, cuando vas a ver la película pasa lo mismo. Es una terapia colectiva: pasar casi dos horas en el mismo espacio, con otros venezolanos y lidiar con ciertos recuerdos y sentimientos. Pero aun así, la película te lleva de la mano a un espacio más ligero de perdón, donde te permite perdonarte a ti mismo… Creo que eso es algo que necesitamos como venezolanos también”.
Una colección de recuerdos, imágenes dolorosas y diálogos que recuerdan mucho al país que aún es Venezuela. SimónLa Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas solicitó que el guión se agregara a su colección permanente de la biblioteca. La película también volvió a poner a Venezuela en la carrera por los Premios Goya, casi diez años después de que el país fuera reconocido en la categoría Mejor Película Iberoamericana por la película. Azul y No Tan Rosa (2012, dirigida por Miguel Ferrari). Como explica Vicentini: “Va más allá del reconocimiento artístico de tu película. Tanto los Goya como los Oscar representan una ventana y un vehículo para seguir visibilizando nuestra historia como Venezuela y levantar este tipo de denuncia internacional».
2017 fue el año en que Nico Manzano, un director venezolano formado en España, decidió incursionar en un proyecto en solitario y realizar una película sobre un joven músico que lidia con la crisis multidimensional de Venezuela. así es como Hola y Las BestiasAsí nació una película surrealista con un cartel que hace referencia a la escultura de María Lionza de Caracas.
Aún en sala de montaje, la ópera prima de Manzano ha comenzado a causar sensación fuera del país: estuvo en competencia en el festival de cine regional Ventana Sur 2020, donde obtuvo tres premios. En 2021, la película se estrenó en dos festivales de cine de primer nivel: el Festival de Cine de Mar de Plata en Argentina y el Festival de Cine Black Nights de Tallin en Estonia. Su gira continuó en 2022 con proyecciones internacionales, ganando cinco estatuillas en el Festival de Cine Venezolano de Mérida hasta su estreno en Venezuela en la primavera de 2023.
Manzano se especializa en videos musicales, visuales en vivo y comerciales, y la película condensa muchas de sus obsesiones: el sonido, la música y la alteración de los códigos de la realidad en la ficción. “Oye, y las Bestias Resolvió muchas de mis inquietudes. A veces no identificas de qué estás hablando hasta que terminas de escribir o incluso de editar. Estoy en la encrucijada de mi segundo trabajo ahora mismo. Intento no quedarme paralizado, pero después de un primer trabajo relativamente exitoso, se espera continuidad con variaciones y madurez”, dijo el director vía correo electrónico.
La película se rodó en Venezuela durante las protestas de 2017, una época de incertidumbre nacional, y se estrenó en todo el mundo durante la pandemia de COVID-19, una época de incertidumbre global. “Para ser honesto, no creo que hayamos digerido completamente los dos eventos todavía. Además, si a esto le sumamos la migración, entiendo por qué hoy hay tanta gente emocionalmente agotada”, afirma Manzano. Sin embargo, fue una película hecha con honestidad, según el director, “pero también con respeto por el público. Se hizo con la intención de que el público lo completara como una experiencia a través de detalles sin dar lugar a explicaciones. Me gusta que haya funcionado.»
Ambas películas tuvieron un impacto diferente en el público y con resultados diferentes, explica Humberto Sánchez Amaya, periodista cultural. Para él, Hola y Las Bestias representa una nueva forma de narración Aldea. “Tenemos el punto de vista de un músico que ve su mundo desmoronarse y aún así mantiene sus valores. El camino solitario del protagonista de la película es en realidad el mismo camino de los que nos quedamos en el país”, explica Sánchez Amaya. Asimismo, hay un factor estético que llama mucho la atención, porque rompe con ciertos patrones del cine venezolano. Los principales referentes de Manzano son los artistas plásticos venezolanos del siglo XX, dice el propio director, como Ramón Vásquez Brito y Jesús Soto.
En el caso de Simón, explica Sánchez Amaya, “es la primera película que aborda directamente un tema que, de alguna manera, los artistas venezolanos habían ocultado con algunas excepciones: este es el caso de las protestas de 2017 y sus consecuencias. La gente ya empieza a verse allí, tanto los que se quedaron como los que se fueron. que es digno de elogio Simón? Que es la primera película que lo hace y que tiene el impacto de un fenómeno cinematográfico, especialmente en términos de éxito de taquilla y de conexión con un público que todavía tiene mucho que reflexionar sobre temas delicados como los disturbios y la inmigración.»
Con respecto a Hola y las Bestias, el periodista no la considera un éxito de taquilla. “Sin embargo, fue un fenómeno para un estudioso de nicho del cine venezolano, el más independiente, que encontró un acercamiento a un tema de una manera bastante genuina, original y diferente a lo que la gente está acostumbrada en nuestro cine”.
Respecto al apoyo que ha recibido el cine venezolano por parte del sector público y privado, Humberto Sánchez Amaya recuerda que ese apoyo depende intrínsecamente de factores como la asistencia del público al cine, la cual ha disminuido por vivir en una nación con precariedad económica.
El periodista cultural explica, en términos generales, lo que establece la Ley Nacional de Cinematografía sobre cómo funciona el financiamiento del sector cinematográfico en el país: “Hay mucha intervención por parte del sector público, sin perjuicio de la hecho de que el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), organismo responsable del desarrollo, promoción, difusión y protección del cine nacional, es un organismo que pertenece, operativamente, al Estado, pero cuyo financiamiento es diversificado.
Agrega que este financiamiento proviene del Fondo de Promoción y Financiamiento del Cine (FONPROCINE), que según la ley venezolana se financia con un porcentaje de lo recaudado en taquilla, empresas de cable y otras empresas relacionadas.
“En los últimos años este ha reducido su capacidad por la misma situación. Lógicamente, si se venden menos entradas en un año, el porcentaje de ganancias del FONPROCINE disminuye. Pero digamos que en los últimos dos años se ha intentado recuperarlo, retomar algunas formas de financiación, especialmente para proyectos de postproducción u otros, que parecen estar en el camino correcto para un mejor funcionamiento en términos de CNAC. .», afirma Sánchez Amaya, “El apoyo del sector privado al cine también ha disminuido, debido a la situación sociopolítica del país, tiene poco margen de realización. Sin embargo, hubo ocasiones en las que las empresas privadas podían financiar una película”.
Les asegura a ambos Simón Y Hola y las Bestias se desarrollaron con los recursos propios de cada equipo, con la película de Vicentini atrayendo inversores extranjeros y con la película de Manzano pagada por el propio director.
El periodista cultural se muestra cauteloso sobre lo ocurrido este año con el cine venezolano. La taquilla local ha sumado nuevos números, pero lejos de ser mejores que años anteriores, con películas como Papita, Mani, Tostón (2013) mi La Casa del Fin de los Tiempos (2013). Aunque es un buen año para el cine venezolano después de una década de depresión económica, una pandemia y una migración masiva, películas como Simón – la película venezolana más taquillera del año – “acaba de alcanzar los 100.000 espectadores”, subraya Humberto Sánchez Amaya, “Hay una mejora paulatina, pero es porque venimos de un escenario casi desértico. Todavía queda mucho por construir». Para ponerlo en perspectiva: «Barbie» solo el fin de semana de apertura, atraído Más de 210.000 espectadores.
Pero el cine venezolano de 2023 ha ido más allá, mostrando una sociedad herida de maneras rudas y poco esperanzadoras. Filmado casi en su totalidad en Acarigua, la principal ciudad de los llanos occidentales de Venezuela, La sombra del sol –dirigida por Miguel Ángel Ferrer– cuenta la historia de Alex, un joven sordo que le pide a su hermano mayor que lo acompañe en un concurso de música para optar a un premio en metálico y la realización de un sueño.
“Hay una película muy importante que ni siquiera tuvo éxito en taquilla, pero eso no quiere decir que sea una gran película”, subraya Sánchez Amaya, una película que “quedará para la posteridad como uno de los grandes largometrajes de la historia”. cine» . Cine venezolano reciente”.
Sánchez Amaya continúa: “No sólo es una película con una excelente producción, estilo Hollywood, sino que es una de las películas que mejor entiende las adversidades y reveses de un país como Venezuela; también entendemos muy bien cómo los habitantes han sabido superar y superar lo que está pasando a su manera. Para mí, La sombra del sol es una película que no puede dejar de mencionarse cuando se habla del cine venezolano de los últimos años.»
Actualmente, los tres cineastas –Vicentini, Manzano y Ferrer– viven fuera de Venezuela, como muchos de sus colegas. Pero, para Sánchez Amaya, la migración podría seguir generando fenómenos como ese Simón Y Hola y Las Bestias gracias a que los directores venezolanos experimentaron con otros contextos, musas e influencias. Se espera que “Simón” se incorpore al catálogo de Netflix en marzo.
“Este es el cine que habrá en este momento”, dice, “y ésta será otra discusión que se dará en estos tiempos: en este contexto, ¿cuál es el nuevo cine venezolano? ¿Es un cine hecho por venezolanos, pero con equipo y actores de otras nacionalidades? Es innegable que se formarán otras dinámicas que nos obligarán a discutir qué es una película venezolana”.
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