Inspirados por sus hijos y el anuncio del reinicio de los equipos de Misericordia FC para mamás y papás, Emma y su esposo Robmar Jiménez se unieron. «Quería ser un ejemplo para ellos también. Que nos vean como ellos quieren ser», dice Emma, de 42 años. Su nieta Camila, de 10 años, acaba de incorporarse al equipo más joven. Sólo falta Krismary, de 3 años, pero Emma no tiene dudas de que ella también llegará a Misericordia FC en cuanto pueda.
Para las familias, el sector juvenil es mucho más que fútbol. “No sólo ofrece a niños y adolescentes un espacio para el deporte. Cuentan con apoyo psicosocial, brindado por un psicólogo, para que tengan una mejor calidad de vida y puedan desarrollarse en sus estudios, en la sociedad, en la familia y en la cultura”, dice Katiusca Cabrera, coordinadora comunitaria y voluntaria de Cáritas y el programa Apamate.
El proyecto también permite que niños y adolescentes aprendan a identificar situaciones de abuso, para que sepan defender sus derechos si estos son vulnerados. Madres, padres y cuidadores reciben seminarios sobre crianza positiva y capacitación sobre higiene y agua potable.
“Hemos visto un cambio en su comportamiento, un cambio en la forma en que se relacionan, no sólo con la familia sino con los demás”, dice Villarroel.
Sin límites de edad o género
Aunque a Emma Carolina Millán siempre le gustó el fútbol cuando lo veía en casa con su padre y sus tíos, nunca imaginó que sería parte de un equipo. Todos han sido cambios positivos: Misericordia FC ha sido un lugar donde ha hecho nuevos amigos y ha conocido a personas a las que puede llamar familia.
Siendo madre de tres hijos, Misericordia FC también significó un espacio para ella. «Mis momentos favoritos son cuando jugamos. Siento que me alejo de todo: todo está afuera, no tengo preocupaciones por la casa, los niños ni nada. Ahí es cuando me siento yo misma. Toda mujer necesita un momento para sí misma. .
Emmarys, su hija, también fue subestimada por ser niña y futbolista. «Me pusieron de defensa o de portero y me dijeron que era para que 'la niña no se ensucie'. Vivimos en el siglo XXI, ¿qué niña seguirá jugando con muñecas?». .
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